Me quedé perpleja.Mis ojos parecían circunferencias con 20 centimetros de radio y mi boca no respondía, se habia dormido, o más bien muerto haciendo así que se quedara abierta.Había conseguido, no se cómo, que él sintiera lo que yo sentí aquella vez.
- Te quiero,Mabel.
Me dijo esa frase con voz temerosa y las letras temblaban a causa de su voz ya que los nervios no paraban de atacarle.No pude pensar en nada, solo no parar de repetirme esa frase una y otra vez, sin saber por qué, sin saber absolutamente nada.No lo podía entender, ni tampoco pedirle explicaciones.Mi cuerpo quedó frío, como si el corazón dejase de latir para tomar un descanso.Estuve en estado de shock unos minutos, hasta que conseguí pronunciar un pero suspensivo y lento para continuar con la frase, pero él no me dejó acabarla.Me dijo que me quería, que se había dado cuenta de todo, de todo lo que yo había luchado por él y todo lo que yo le quise.Por desgracia el verbo querer estaba conjugado en pasado.Yo me había echo la idea de que, no había ninguna posibilidad, de que nunca me querría de la misma forma que yo a él, e hice estragos y conseguí olvidarlo, por eso creo que todo aquello me había resultado de aquella forma.Después de esos cinco minutos, le contesté intentando dejarlo todo lo más claro posible:
- Hemos cambiado los papeles, César.Irina Mine.
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Cicatrices